Hay una nueva palabra de moda en el mundo de los hidrocarburos, un nombre que se repite una y otra vez: fracking. Aunque se nos puede hacer extraño este término anglófono, el fracking, o
fracturación hidráulica, es una técnica que se está aplicando cada vez
más a nivel mundial para aprovechar ciertos yacimientos de gas llamados
no convencionales que, aunque de más difícil extracción, han entrado con fuerza en la escena energética, social y mediática. De hecho, pese a las incertidumbres y cifras contradictorias sobre las reservas reales de gas no convencional, la Agencia Internacional de la Energía estima que las reservas de estos tipos de gas representa ya la mitad de la base estimada de recursos de gas natural (2011).2
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Techo de producción del petróleo y del gas a nivel mundial.
El gas
no convencional es la franja superior. Fuente: ASPO. Fuente: ASPO. |
Dado las importantes reservas estimadas,
es por tanto lógico que esta técnica despierte interés en un contexto
marcado por la escasez de los combustibles fósiles y, sobre todo, por la
llegada inminente de los techos de producción para petróleo y gas, como
se puede observar en la ilustración nº1. Esto, unido al aumento de la
demanda principalmente en los países emergentes y a la poca o nula
voluntad de los gobiernos del Norte Global a cambiar radicalmente sus
patrones de consumo y producción energéticos,3
ha hecho que los Estados y la industria de los hidrocarburos se lancen
de forma desesperada a la búsqueda de nuevos tipos de yacimientos.
Aunque de peor calidad y de más difícil aprovechamiento, es atractivo
tanto para las transnacionales de la energía por los mayores precios de
venta y la especulación en los mercados que terminan haciendo rentables
las inversiones iniciales tanto como para los Estados que buscan
diversificar sus matrices energéticas y reforzar la seguridad e
independencia energéticas de sus territorios.4
Así nos hemos encontrado con nuevos tipos de recursos con nombres tan curiosos como: arenas bituminosas, gas de esquisto, gas de pizarra, shale gas, gas de lecho de carbón, gas profundo, hidratos de metano, etc… Son las últimas fronteras del extractivismo donde se nos quiere dejar pensar que se juega el futuro energético del planeta y su modelo de desarrollo; son los últimos recursos que quedan, los más caros de aprovechar, en los que es necesario usar más energía, y los que a su vez son más perjudiciales para el medio ambiente y la salud humana. Podríamos decir que son los bonos basura de los hidrocarburos, los que alimentan esta nueva burbuja e intentan reconfigurar la geopolítica energética mundial.
Para entender mejor esta tecnología y los retos que conlleva, dividiremos este artículo en una parte de explicación técnica del fracking y sus riesgos sobre el medio ambiente, y una segunda parte donde repasaremos los conflictos socio-ecológicos que se están dando en el mundo en general y España en particular en torno a dicha técnica, puesto que el fracking se ha convertido en una de las tecnologías que mayor contestación está teniendo por parte de la ciudadanía y de movimientos ecologistas, vecinales y sociales.
El fracking, paso a paso5
Una técnica pensada para el gas no convencional
Cuando hablamos de fracking o fracturación
hidráulica, estamos hablando de la extracción de gas no convencional,
familia en la que se engloban yacimientos conocidos como gas de pizarra,
gas de esquistos y gas de lutitas.6
Para comprender lo que es este gas no convencional, veamos primero cómo
se encuentra habitualmente el gas en un yacimiento convencional y las
dos propiedades fundamentales en lo que respecta a los yacimientos de
hidrocarburos: