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domingo, 16 de diciembre de 2012

El impacto medioambiental del «fracking»

Los detractores destacan la necesidad de un estudio transparente, independiente y detallado sobre esta técnica



La extracción de gas por medio de fracturación hidráulica, una técnica comúnmente conocida en Estados Unidos como «fracking», trae de cabeza a los ecologistas. Los defensores del medio ambiente ven en este método -cuyo uso está en clara expansión- una amenaza tanto para la naturaleza, como para la salud de los seres humanos.
Desde que a las petrolíferas les entró la fiebre por el «fracking», cientos de organismos locales y gubernamentales han dedicado sus esfuerzos a demostrar que esta técnica no es tan inocua como la pintan.
Quienes se sitúan en su esquina del cuadrilátero defienden que el gas pizarra obtenido con esta técnica es un combustible fósil limpio. Quienes se posicionan en la esquina contraria aclaran que sería limpia si no se tuvieran en cuenta las filtraciones de gas metano que su extracción produce. Según un modelo diseñado por Steven Hamburg, principal científico del Fondo por la Defensa del Medio Ambiente (EDF), cuando la filtración de metano supera el 2 por cien, el gas natural deja de ser más limpio que otros combustibles como el carbón.
El principal problema ante las emisiones de gas metano es que no hay consenso sobre cuánto gas se libera con el «fracking». Diferentes estudios han obtenido distintos resultados que van desde el 2 por cien hasta el 7,8 por cien.
Varias ONG como WWF o Greenpeace han clamado contra los perjuicios que el «fracking» acarrea. Otros organismos como el Comité de Energía y Comercio de la Asamblea de Representantes de EE.UU. concedieron en un estudio publicado en 2011 que aunque la fracturación hidráulica ha abierto el acceso a vastas reservas de gas natural, las dudas sobre su seguridad prevalecen, principalmente por «el secretismo en torno a los elementos químicos utilizados». En su análisis encontraron que las 14 compañías principales en EE.UU. que extraen gas natural mediante «fracking» emplearon 750 compuestos químicos diferentes, de los cuales más de 650 contienen elementos clasificados como cancerígenos o contaminantes para el aire y el agua.

Colorado
Uno de los lugares en los que este y otros tantos estudios se han fijado para llevar a cabo su investigación es el Estado de Colorado. Allí se concentran el 8,5 por cien de las reservas naturales de gas de Estados Unidos, por lo que en la última década ha padecido un «boom» de fracturación hidráulica. Su auge ha puesto en pie de guerra a sus vecinos quienes, junto a la naturaleza salvaje de la región, están en primera línea de fuego. Se han formado decenas de asociaciones ciudadanas contra el «fracking». Algunas han conseguido importantes logros. Un ejemplo es Longmont, una ciudad en el condado de Boulder que consiguió en las recientes elecciones prohibir el «fracking» y el almacenamiento de sus residuos en su territorio.
Algo similar sucedió el pasado mayo en el Estado de Vermont, donde el gobernador Peter Shumlin firmó una ley que prohíbe el «fracking» para garantizar que su Estado no «inyecta compuestos químicos a las aguas subterráneas en una búsqueda desesperada de energía».

Otros Estados donde proliferan los enemigos del «fracking» son Nueva York, Pensilvania, Texas y Nuevo México. En sus denuncias hay una constante: la necesidad de un estudio transparente, independiente y detallado sobre el impacto de la fracturación hidráulica.

Publicado en ABC

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