De un tiempo a esta parte vamos oyendo cada vez más la palabra ‘fracking’. Se utiliza para hablar de fractura hidráulica, una técnica para extraer hidrocarburos no convencionales del subsuelo que podría emplearse en territorios del norte de España susceptibles de albergar gas pizarra en sus entrañas. El fracking viene acompañado de una oposición frontal de colectivos de estas zonas que denuncian los riesgos ambientales, sociales y económicos que conlleva, aunque las empresas que aspiran a explotar los yacimientos niegan tales peligros y enumeran beneficios adicionales como la creación de empleo y la reducción del precio del gas. Pero si todavía no sabemos del todo qué hay en el subsuelo… ¿aceptamos el órdago del fracking?
En 2011, el Ministerio de Industria informó al ayuntamiento de Kuartango, Álava, sobre dos emplazamientos donde podría haber pozos de gas pizarra (también llamado gas no convencional o shale gas). En Kuartango, nos cuenta su teniente de alcalde, Edu Fernández de Pinedo, no habían oído hablar de fracking ni de fractura hidráulica y contestaron al ministerio que sus normas subsidiarias no permitían perforar el subsuelo. Cuenta Pinedo que no fue hasta enero de 2012 que la plataforma Fracking Ez Araba les explicó lo que era el fracking: perforar el subsuelo hasta una profundidad de incluso 3.000 metros e inyectar agua, arena y aditivos químicos para producir microfracturas en la roca de pizarra y conseguir así que las bolsas de gas salgan a la superficie. También les enumeraron los riesgos que esta actividad comportaría y que un portavoz de la plataforma, Mikel Otero, nos cuenta a continuación.