
Es impresionante cómo se pone en marcha la maquinaria de los grupos de presión cuando avistan carnaza. Los grupos de presión están formados, casi siempre, por ingenieros que trabajan para las multinacionales con intereses en el país de donde proceden. Recientemente han aparecido en la prensa varios artículos tratando el asunto del fracking (la famosa y devastadora técnica para extraer el gas de las profundidades de la tierra quebrando las rocas que se encuentran en la trayectoria) y del cultivo de transgénicos. En sus artículos, estos ingenieros al servicio del poder económico, trazan una línea maestra que va desde la inyección de miedo resultante del análisis de la situación hasta un rayo de esperanza si se adoptan las medidas necesarias, es decir, si se permiten las actividades de las empresas que pagan. Primero hablan de la crisis alimentaria que se avecina, sin comentar por supuesto, por qué se ha llegado a esta situación y los motivos por los cuales el asunto empeorará con el tiempo.
En lugar de enumerar las posibles soluciones que causarían un menor impacto y que forman parte de la lógica más contundente, los ingenieros de turno mencionan las bondades que proponen los gigantes de la industria alimentaria que a su vez son los mayores culpables de que esto esté como está. Por supuesto ni una palabra de los fondos de inversión que especulan con los alimentos con el consiguiente encarecimiento de los mismos y la hambruna que les acompaña. Hoy en día, cuando la rentabilidad media que ofrecen los bancos, por muy poco éticos que sean, está por los suelos y no supera el 2%, estos fondos garantizan a sus clientes intereses que llegan al 25%. El gran negocio de los especuladores en estos tiempos de crisis aguda está en la alimentación. Pero estos ingenieros que escriben en los periódicos españoles, o bien desconocen estos asuntos o, lo que es más probable, sus “jefes” no les permiten mencionarlos. Una penosa realidad y una desgracia informativa para los lectores.